Los motores de gas estacionario han evolucionado con el fin de maximizar su eficiencia y rendimiento. Esta evolución se ha traducido en nuevos desafíos tecnológicos para los lubricantes que se van a utilizar en estas aplicaciones.
Las tendencias en motores de gas, así como los retos para el lubricante se pueden resumir en los siguientes puntos:
- Mayor concentración de potencia (BMEP)
- Menor consumo especifico de aceite (g/kWh) con el objetivo de reducir la emisión de partículas y garantizar la integridad y vida útil de los sistemas de tratamiento de gases: catalizadores
- Extensión de los intervalos de cambio de aceite
- Reducción de la capacidad de los sistemas de lubricación (menos aceite vs. mayor potencia)
- Enriquecimiento de la mezcla aire/gas (Lean-Burn): Altas temperaturas y mayor NOx (nitración severa, que se traduce en un mayor riesgo de formación de lodos y barnices, así como incremento de la viscosidad)
- Menor tolerancia frente a la formación de depósitos de combustión:
- Alta sensibilidad al control de detonaciones/pre-encendido
- Limpieza y rendimiento de los turbocompresores
- Máximo rendimiento de los sistemas de aprovechamiento de calor
- Calidad/composición de los gases alternativos (Capacidad de adaptación del lubricante a un entorno de trabajo variable y exigente)
- Alargar los intervalos de revisión/mantenimiento de la parte alta (bloques de válvulas) y media del motor (pistones, segmentos y camisas), manteniendo el rendimiento del motor (control del desgaste y formación de residuos y lacas)
Este contexto implica por lo tanto la necesidad de buscar la máxima sinergia entre el motor y el aceite lubricante.